En la edad adulta, el sueño puede verse afectado por múltiples factores: desde cambios fisiológicos propios del envejecimiento, hasta la toma de ciertos medicamentos, dolores crónicos o preocupaciones cotidianas. Aunque es habitual que el patrón de sueño cambie con los años, eso no significa que debamos conformarnos con dormir mal. Dormir mejor, incluso en esta etapa de la vida, es posible.
Consejos prácticos para mejorar el descanso
Pequeños hábitos pueden marcar una gran diferencia. Establecer horarios fijos para acostarse y levantarse, mantener una rutina relajante antes de dormir, evitar ruidos intensos y ajustar la temperatura del dormitorio son claves fundamentales para favorecer el descanso.
También es muy beneficioso realizar alguna actividad física suave durante el día, como caminar, practicar estiramientos o gimnasia adaptada, ya que ayuda a regular el ciclo sueño-vigilia. Además, conviene evitar las siestas largas o muy tardías, que pueden interferir con el sueño nocturno.
El descanso como parte del cuidado integral
Un buen descanso no solo mejora la calidad del sueño, sino que tiene un impacto directo en el estado de ánimo, la energía, la concentración y la salud general. Por eso, en nuestra residencia tratamos el sueño como un pilar fundamental del bienestar, ya que creemos que descansar bien es vivir mejor.
¿Te gustaría saber más sobre cómo acompañamos el bienestar de nuestros residentes? Estamos aquí para asesorarte.